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Anatomía de un asesinato (Anatomy of a murder) (1959) |
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Considerada una de las obras mas personales de su director Otto Preminger, que
ademas es el productor, constituye una de las cintas mas famosas de los llamados
thrillers judiciales
Empleando el blanco y negro en 1959,
con una gran música de Duke Ellington, que constituye en algunos
momentos el único sonido de la película, el director europeo disecciona hasta
sus ultimas consecuencias un homicidio, sus antecedentes y el andamiaje judicial
del sistema americano, tan radicalmente diferente al nuestro, adaptando la
novela de Robert Traver Con un estupendo reparto, vemos con en un pequeño pueblo del estado de Michigan se desarrolla la vida de un abogado, antiguo fiscal del distrito, un simpático, campechano y relajado James Steward (Paul Biegler). Su situación económica es mala, su mayor afición es la pesca, se encuentra muy integrada en la sociedad que vive y no muestra mucha preocupación por sus intereses y en ese estado es contratado por Laura Mannion (Lee Reemick), sensual, provocativa, para que asuma la defensa de su marido, el teniente Mannion (Ben Gazzara) detenido por haber disparado y dado muerto al dueño de un bar, Barnie Quill, que al parecer previamente la había violado a ella El abogado duda si aceptar el caso, que no se presenta fácil, y además el acusado no le resulta simpático y la esposa es inconvenientemente guapa, y, como le dice su secretaria “simpática, suave, de esas de las que los hombres abusan”, todo ello con un innegable tono de malignidad irónica femenina Durante los 153 minutos de la cinta, el juicio propiamente dicho no tiene la proporción de duración que en otras películas del mismo tipo, ya que se plantean paralelamente los movimientos de la defensa para conseguir saber lo que realmente pasó, ya que como suele ocurrir, nadie dice toda la verdad, y de paso hurgar un poco en la sociedad americana de la época, en los tópicos y los tabúes, en la religión, la fidelidad, el matrimonio, la lealtad Frente al simpático abogado y un Juez bregado en miles de salas, se enfrenta un fiscal poco inteligente que ha traido como refuerzo a un brillante abogado público, un joven George C. Scott, capaz de jugadas brillantes, a veces sucias, otras poco éticas, casi todas arriesgadas Detrás del montaje judicial americano, en que el juicio se desarrolla como una obra de teatro mil veces representada, ante un inocente público, el jurado, se presenta una verdad formal, que es lo que interesa. Es un duelo dialéctico, donde a veces parece que lo que menos importa es el destino del acusado, o la idea de la justicia, sino que la conveniencia, el afán de ganar votos, y el propio orgullo cuentan mucho, a veces parece ser lo único que importa Al final lo que interesa es el resultado. Pocos están interesados en saber si realmente Mannion era consciente de lo que hacía, si sufría un impulso irresistible, o si era solo un matón, que lavó su orgullo herido por la violación de una esposa muy llamativa, aburrida y desinhibida Una buena colección de secundarios, que van desde la secretaria del abogado, la administradora del negocio del asesinado, el colaborador alcoholizado de Steward, todos ellos implicados en una trama que harán que se muestren en público los secretos, las debilidades. Como siempre acaba diciendo algún personaje en las novelas policíacas, ante el asesinato desaparece la privacidad, y en esa situación se trata de saber qué vida, que comportamiento, soporta verse con el cristal de aumento del microscopio |
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