Sean
Thornton es un boxeador que se tuvo que retirar después de haber dado
muerte a su adversario sobre el ring.
Después
de unos años vuelve a su aldea natal, donde pretende comprar la casa en la
que nació. De entrada tropieza con la oposición de Will Danaber, un
propietario de la comarca que está interesado en comprar la misma casa.
La
situación se complica cuando Sean se enamora de Mary Kate, la hermana de
Will.
Está considerada como la obra maestra de John Ford,
quien toma la arcaica estructura, llena de convencionalismos, de la comedia
y la hace parecer improvisada.
La naturaleza juega un importante papel, Irlanda, La Isla
Esmeralda, es el Jardín del Eden perdido, el desvanecido mundo verde de la
Edad Dorada para Sean Thornton, papel magistralmente interpretado por John
Wayne .
Es posible que el interés de John Ford por la comedia
romántica se originase precisamente porque no refleja la vida real, sino lo
que nos gustaría que fuese la vida, una victoria sobre la muerte.
Mil veces se puede ver ya que mil veces se disfruta, una
verdadera obra de arte.
Crítica
John Ford realizó en 1952 una de las
obras maestras de su carrera con esta cinta que supone una recreación de
sus origenes en una amable, optimista e idílica Irlanda, tanto mas mágica
y encantadora cuanto mas imposible
La vuelta a su Irlanda natal de
Sean Thornton (John Wayne), que
regresa de Estados Unidos, donde ha alcanzado la fama como boxeador, para
reconstruir la casa familiar, sirve
al genial director para trazar una comedia capaz de levantar la moral de los
días mas negros, utilizando todos los recursos de la ironía para narrar
las peripecias del protagonista, que
ya ha olvidado las tradiciones, para reconstruir la casa familiar,
introducirse en la sociedad local, y de paso encontrar pareja, y pintarnos
una sociedad irlandesa católica, rural y tradicional, donde no valen las
modernidades americanas, donde la relación matrimonial tiene que pasar por
la intermediación del casamentero, previa autorización de los elementos
masculinos de la novia y con la constitución de la correspondiente dote
Enfrentada a Wayne,
una magnifica Maureen O’Haara, mas pelirroja que nunca, representa
las tradiciones, un cierto matriarcado puertas adentro que contrasta con la
sociedad totalmente masculina puertas afuera, y así se atreve a impedir a
su marido llegar al tálamo conyugal hasta que de muestras de hombría
obligando a su hermano a entregar la dote y los muebles y ajuar preparados
desde su nacimiento para el día de la boda, sin la cual ella se considera
humillada y minusvalorada.
Como fondo de la vida social y nexo de unión, la taberna, y la iglesia, en
la primera, donde se solventan los asuntos humanos y la segunda, donde estos
se revisten de una capa de espiritualidad, pese a que la representación de
las iglesias en el pueblo están tan pegadas a la tierra como sus propios
feligreses
Paisajes inolvidables de una
Irlanda en que la que no se ve ni la hambruna ni la emigración,
enfrentamientos que por mucho que terminen a puñetazos rezuman ternura y un
final feliz de cuento de hadas, con una esposa arrastrada por los campos
para obligarla a cumplir sus obligaciones familiares una vez recuperado el
ajuar retenido por el hermano, tras una pelea inolvidable, seguida por todo
un pueblo, un entretenimiento como otro cualquiera a falta de otros mas
atrayentes, y que dan ganas de retornar a una vida mas apacible, falsa e
imposible, pero que arrastra como un imán, gracias a un dirección genial
que aprovecha lo mejor de cada plano, actor, situación o gesto, que sumerge
al espectador en los campos verdes, los ríos, los puentes de piedra, las
casas con flores a la puerta
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