Topaz
(Topaz)
(1969)
Corre el año 1962 y los EEUU cada vez estan mas preocupados por el
incremento de la presencia rusa en Cuba, y el movimiento de espías que se
moviliza por esta crisis sirve de base a la película rodada por Alfred
Hichtcock en 1969, basado en la novela del mismo título de León Uris
Así como otras películas del gran director se encuentran
unanimente incluidas en la relación de grandes cintas de todos los tiempos,
esta no es de ellas, sino que se han levantado voces discordantes, como ocurrió
con la inmediatamente anterior Cortina rasgada. En ambos casos el director sufrió
presiones, estaban demasiado vinculadas al momento político del momento, se le
impusieron actores e incluso no pudo contar con alguno de sus colaboradores
habituales. En este caso concreto, parece que el director quería contar con
Sean Connery, con el que había quedado muy satisfecho tras la colaboración que
habían tenido en Marnie, la ladrona, pero, problemas de agenda, de contrato de
estudios, de imagen, lo impidieron
Pese a que no se le puede considerar una de sus mejores cintas, un
maestro siempre lo es y mas de un director hubiera dado algo porque su mejor película
alcanzara este nivel, con un arranque totalmente gráfico, por cuanto los
primeros diez minutos se pueden disfrutar sin sonido, pese a lo cual es total la
comprensión de la acción, algo que pocos pueden lograr con una camara en la
mano
La cinta tiene un primer plano político y de espionaje que es de
donde arrancan parte de las criticas, con los americanos buenos y los cubanos
malos. Junto a ellos los franceses en una pretendida posición de equilibro
practicamente imposible
Pero bajo el espionaje hay una historia de amor, andamiaje que
Hichtcock ya había utilizado en “Encadenados”
Aquí el agente es André Deveraux, encarnada por Frederick Stradford.
Frio, calculador, mantiene la fidelidad a su país,
Francia, pero desde su tapadera como agregado comercial en Washington,
tiene una estrecha relación con los americanos, siendo su principal contacto
Michael Nodstrom, interpretado por Frederick Forshythe, y realiza frecuentes
viajes a Cuba
Allí mantiene un contacto, la bella Juanita de Cordoba, viuda de
un heroe de la revolucion cubana, cabeza de un grupo anticastrista,
y, además, su amante
Cuando por hacer un favor a los americanos va a Cuba, pone en
peligro a Juanita y a todo su entorno, pero como consecuencia indirecta de ese
viaje se entera de la existencia de filtraciones desde altos mandos franceses a
Rusia
Y en el entorno del espionaje europeo tienen su papel dos grandes
actores europeos, nada conocidos entonces para el cine americano: Michel Piccoli
y Philipe Noiret, que vinculan la trama de espionaje y los agentes dobles con el
servicio de inteligencia francés
Situandose en los años sesenta hay momentos en que la pantalla se
halla llena de trajes grises y azulados, corbatas estrechas y con pasador, y en
su defecto, uniformes cubanos verde oliva, utilizandose incluso el montaje de
unas escenas de uno de los discursos de Fidel Castro, apareciendo, ademas del
presidente, el Che Guevara. Iconografía de un tiempo pasado
Pese a la misoginia de la que se siempre se acusó al director, no
se aprecia en esta película, donde los planos, las imágenes una vez mas,
sobreponiendose al diálogo, destacan la entrega de una mujer, Juanita de Córdoba,
tanto a su causa, como a su amante, mientras este se muestra en todo momento mas
frío, utilizando a todo y todos para sus fines, enlazando esta historia de
sentimientos con los celos, la venganza, que pese a tener a veces origen
solamente personal, producen consecuencias políticas a veces difíciles de
preveer
La pelicula está llena de los elementos del género de espionaje:
microfilms, fotos tomadas a escondidas, agentes dobles, carreras y esquinas
oscuras, una musica inquietante de Maurice Jarre, que resalta la tensión de las
imágenes y el argumento
Desde el desfile inicial en la Plaza Roja de Moscú, a las escenas
finales, en que tras un periódico que queda abandonado, con el Arco de Triunfo
de Paris al fondo, desfilan por la camara los rostros de todas las personas
asesinadas, o sacrificadas, o ejecutadas, según la concepción de cada
espectador, que han ido cayendo por necesidades de la historia, tanto con
minuscula como con mayusula, y que normalmente existen detrás de los grandes
titulares de un periodico y que los lectores de a pie no vemos: la trastienda de
la historia, pero no solo de aquel momento concreto, sino de todos los momentos,
desfile de imágenes que puede entenderse como homenaje a los muertos,
innecesarios, o inútiles, porque mientras los peones mueren, los dirigentes
firman acuerdos y se estrechan la mano y el mundo cambia de dirección sin que a
veces sepamos muy bien por qué, ya que la explicación oficial no trasluce toda
la realidad
Clara
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